Al viajar rompemos las cadenas de nuestra vida equilibrada, nos sumergimos en un mar de diferentes situaciones, que irremisiblemente trastocarán nuestras defensas naturales y por lo tanto a nuestro bienestar.
Existen factores de carácter medioambiental que pueden afectarnos, al cambiar de entorno, a continuación cito algunos de ellos:
-
Los cambios de altitud. Cuando viajamos a altitudes elevadas, se produce una falta de oxígeno, por lo que es recomendable un aclimatamiento previo. No es aconsejable para personas que sufren enfermedades respiratorias.
-
Los cambios repentinos de temperatura y humedad. Pueden provocar pérdida de agua y sales, que nos dejarán predispuestos a sufrir desvanecimientos y golpes de calor.
-
La radiación ultravioleta. Puede provocarnos quemaduras solares, e insolaciones graves, especialmente en personas de piel clara. Además, la exposición de nuestros ojos sin protección adecuada, puede provocarnos daños irreparables.
-
El uso de perfumes y la ingesta de ciertos medicamentos, que unidos a los rayos solares, pueden ocasionarnos reacciones cutáneas muy molestas.
-
El consumo de agua y alimentos contaminados. Pueden provocarnos el desarrollo de enfermedades infecciosas graves, tales como el cólera o salmonelosis. O la tan habitual "diarrea del viajero", que afecta al 80% de los viajeros del grupo de riesgo. Una forma de evitarla, es la de beber sólo agua embotellada.
A parte de estos factores, también debemos de tener en cuenta los insectos y parásitos nativos, que a su vez son transmisores de enfermedades infecciosas tales como la peste, el dengue, o la enfermedad del sueño.
Si viajamos a un destino de "riesgo", como por ejemplo África o Asia, lo primero que hemos de hacer es una visita a nuestro médico de cabecera, lo antes posible, preferiblemente con una antelación de entre 4 y 8 semanas del inicio de nuestro viaje. Él nos informará sobre las vacunas a recibir para nuestro destino, si es que fueran necesarias, así como de las precauciones que debemos tomar.
También hemos de tener en cuenta si pertenecemos a un grupo de riesgo, o nos acompaña alguien que pertenezca a él, como por ejemplo, bebés, niños pequeños, ancianos, embarazadas, minusválidos, inmunodeprimidos, y aquellas personas con problemas médicos previos. Cualquier viajero que sufra una enfermedad crónica debe de llevar consigo los medicamentos para su tratamiento para todo el tiempo que dure el viaje.
Lo más aconsejable, es contratar una póliza de seguro médico de viaje, que cubra cualquier cuidado necesario para tratar una enfermedad en destino, así como posibles repatriaciones, traslados, e incluso desplazamiento de familiares.